Y no llegué sobre nívea venera
a la ínsula griega de Citerea,
ni me dirigió el aire que golpea
con soplidos las deidades siquiera.
Tampoco aclamó Apolo su ventura,
Calíope no alzó su brazo ufana,
no mostró Melpómene su desgana,
ni Hera mandó a sus rastreras criaturas.
Sencillo, simplemente cotidiano.
Tan ordinario fue lo acontecido,
fue el tránsito tan común y habitual,
que el recorrido de espíritu a humano,
aun llorando pasó inadvertido,
para la eterna Historia Universal.
©Giliblogheces
©Giliblogheces
No hay comentarios:
Publicar un comentario